
Fugaces miradas: Rafael Apresa.
Hay miradas veloces que cuando pasan por mi lado las identifico y me dicen que son miradas que critican y miradas que asustan a quien miran, que me tachan de raro o triste solitario, las reconozco aunque son de otro color las pinta mi corazón y las veo como las siento al clavarse contra mis retinas llenas de razón.
Son miradas que una vez pasan quedan olvidadas pero siempre reaparece la misma sensación soy alguien en mitad de tu camino y ahora no sabes que decir y solo queda esa mirada de pocos segundos, en la que poco se ve pero mucho se puede leer.
De ir de madrugada por las calles recién mojadas por la lluvia y pasar un coche donde van solos o varios y una de esas personas que viajan en el coche en una milésima de segundo me mira profundamente como si me conociese de toda la vida, me atraviesa de un lado a otro como transformándome en lo que quizás yo no soy. A veces creo que miran diciendo es un solitario, esta triste y de donde sale, ¿Quien puede ser?, ¿Le conozco?, sensación de ser un conocido desconocido, un raro que no sabe quien es si parece que lo sepa los ojos de quien, si tan siquiera se yo quien soy, ¿Quien soy?, incertidumbre cae sobre mi como gotas de agua.
Yo trato de devolver la misma mirada que recibo, otras veces trato de defenderme de lo que la mirada me puede llegar a sentir en un falso intento de salir de esas miradas con alevosía, suelen ser miradas de escapada y de daño momentáneo, como diciendo es un tipo extraño. En un mundo donde hay miradas que dicen más que mil palabras, muchas personas ya usamos las miradas como armas de intimidación y maldad.
No es mucho más fuerte al que no le duelen las miradas, al contrario, es mejor que duelan así se hace uno fuerte y las devuelve con inocencia que es lo que a esas malas personas les falta, inocencia.
Ante una cruda mirada, inocencia, silencio no da tiempo para más, se les mira con pureza y se les dice de una simple pasada, no soy lo que tu piensas.
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