
Una mañana gris, fría y oscura paseaba una sombra, todo el mundo estaba desaparecido, latente, cohibido en paredes de hormigón y materiales artíficiales de muchos lugares del planeta.
La sombra deambulaba sola en el silencio de las calles alargadas y solitarias se perdía hasta llegar a rincones profundos, limpios y neutros. La música se notaba en la sal de su cuerpo pero nadie podía oír el sonido del silencio.
Es otoño el sol sale tres horas matutinas dando color a las hojas muertas, cuando desaparece todo queda como el color de una respiración, mientras tanto las personas chapoteaban entre minúsculos charcos, todo el mundo usaba coloridas katiuskas para pasear por el pavimento mojado.
La sombra desaparecía con el viento que traía el amanecer y allí en la madrugada se desvanecía como una sonrisa en el recuerdo de una mente cansada.
Todo parecía un sueño lleno de gotas frías arrastradas por el aire glaciar de una nevada por acontecer. Las tenues luces de la avenida del olvido y los destellantes neones publicitarios servían de guia a los noctámbulos transeúntes que vagan por aquella enorme urbe poco populosa en esos momentos, la contaminación de luz alejaba a las estrellas que tristemente observaban.
Lentamente, muy poco a poco la rué quedaba en una especie de tranquilidad enigmática, un silencio sepulcral retornaba todo a un estado de total quietud y sosiego, como si de parajes inventados se tratasen... Allí aparecían las almas solitarias y tristes que parecían buscar el calor de las suaves luces pero a veces luces muy tétricas. Querían encontrar un lugar en el fondo de sus almas, encontrar su alma compañera cómplice de sus sentimientos más mágicos y llenos de pasión, un lugar donde nadie pueda gritar, un lugar donde puedan alejarse de la soledad de este ignorante mundo, lleno de almas desamparadas sin una mano amiga, un alivio de auxilio o compasión, solo necesitaban un poco de calor para conservar viva su esencia humana en este gran universo lleno de sombras infinitas y a veces tan vacío de sentimientos. Buscaban amor entre las sombras del olvido. Rafael Apresa.
La sombra deambulaba sola en el silencio de las calles alargadas y solitarias se perdía hasta llegar a rincones profundos, limpios y neutros. La música se notaba en la sal de su cuerpo pero nadie podía oír el sonido del silencio.
Es otoño el sol sale tres horas matutinas dando color a las hojas muertas, cuando desaparece todo queda como el color de una respiración, mientras tanto las personas chapoteaban entre minúsculos charcos, todo el mundo usaba coloridas katiuskas para pasear por el pavimento mojado.
La sombra desaparecía con el viento que traía el amanecer y allí en la madrugada se desvanecía como una sonrisa en el recuerdo de una mente cansada.
Todo parecía un sueño lleno de gotas frías arrastradas por el aire glaciar de una nevada por acontecer. Las tenues luces de la avenida del olvido y los destellantes neones publicitarios servían de guia a los noctámbulos transeúntes que vagan por aquella enorme urbe poco populosa en esos momentos, la contaminación de luz alejaba a las estrellas que tristemente observaban.
Lentamente, muy poco a poco la rué quedaba en una especie de tranquilidad enigmática, un silencio sepulcral retornaba todo a un estado de total quietud y sosiego, como si de parajes inventados se tratasen... Allí aparecían las almas solitarias y tristes que parecían buscar el calor de las suaves luces pero a veces luces muy tétricas. Querían encontrar un lugar en el fondo de sus almas, encontrar su alma compañera cómplice de sus sentimientos más mágicos y llenos de pasión, un lugar donde nadie pueda gritar, un lugar donde puedan alejarse de la soledad de este ignorante mundo, lleno de almas desamparadas sin una mano amiga, un alivio de auxilio o compasión, solo necesitaban un poco de calor para conservar viva su esencia humana en este gran universo lleno de sombras infinitas y a veces tan vacío de sentimientos. Buscaban amor entre las sombras del olvido. Rafael Apresa.
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