Casa de madera prefabricada, mi viejo y fiel coche en la entrada, un pequeño porche con una cómoda hamaca, algunas gallinas, algún cariñoso gato o perro, ahi estoy observando el horizonte donde se elevan pequeños tejados de un pueblo donde sus calles llevan mis huellas y donde sus habitantes reconocen mis gestos mientras, el tiempo pasa y yo le doy de lado.
Detrás de la casa un coche inservible, enfermo del tiempo, envejecido y sobre su corroido metal me siento a contemplar como el sol se lleva con el los colores del mundo de la luz. Silencio, algún coche ruge en la lejana carretera yo me vuelvo a mi acogedora habitación apago la luz que la bombilla crea y sin más espero que se agote otra día de arco iris de color y aquí sigo en mi habitación.
Así me paso la vida, meditabundo, entre rostros cansados, sonrisas gastadas y en cada parada le doy un vistazo a la realidad, dejo mi mundo donde me escapo y donde procuro de no ser pajarillo enjaulado, aunque la realidad sea a veces un lugar triste es el único lugar donde se puede comer, todas las noches me duermo mirando la misma pared y pienso, todo va bien, muy bien.
Rafael Apresa
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